¿Un príncipe azul o un
ser humano?
En una conversación con Jean Daniel, mi esposo, platicábamos
que los principales obstáculos para que las mujeres nos sintamos satisfechas en
nuestra relación de pareja vienen de las fantasías que nos hacemos sobre
ella.
El príncipe azul que vendría a resolverme la vida. Un hombre
que…. Y de allí una serie de características que casi lo asemejaban a un ángel
o a un superhombre.
Yo les quiero compartir que sí encontré en algún momento de
mi vida ese príncipe azul. Era tan bueno, atento, educado, etc. Etc. Etc. Y no,
esa relación no me dio la felicidad, precisamente porque yo esperaba que él
llenara todas mis necesidades, y además, sin que se lo tuviera qué pedir.
Pronto me di cuenta que no existe un ser humano que pueda hacerse cargo de la
felicidad de otro.
El problema era el esquema que yo tenía en mi mente, mi
fantasía. Sin embargo, la cuestión es cómo encontré a mi pareja. Para hablar de
ello quiero recordar la frase que dice “ten cuidado lo que le pides a Dios
porque te lo concede”.
A mí me concedió lo que le pedí, un
esposo que fuera muy humano.
Claro que en mi mente, humano significaba un semidiós siempre
dispuesto a atenderme y comprenderme, que pensara igual que yo y supiera
siempre cómo darme felicidad. Pero lo que Dios me concedió fue un SER HUMANO, y
con él sí pude encontrar el verdadero sentido de vivir en pareja, para nosotros
es ACOMPAÑAR.
Las definiciones que da la Real Academia de la Lengua que más
me gustan son:
¿Cómo acompañamos las mujeres?
La CUALIDAD de nuestra compañía es distinta a la de los
hombres. Somos más sensibles a las emociones, somos receptoras, consolamos,
atendemos, comprendemos. Nosotras estamos hechas para dar y conservar la vida.
¿Qué puedo hacer para
acompañar mi pareja?
Sencillo, CONOCERLO.
Nadie ama lo que no conoce. Tenemos capacidad para observar,
contemplar, recordar eventos, situaciones, experiencias vividas.
Conocer a mi pareja es indispensable si quiero ser una buena
compañera de viaje. El camino de la vida nos lleva a acumular vivencias
que podemos capitalizar en los tiempos más difíciles. Me acuerdo de una ocasión
en la que le dieron un premio a mi esposo por su trabajo con los alumnos del
Tec. Recuerdo que se sentía muy orgulloso y conmovido por el reconocimiento. En
aquella ocasión le dije: “cuando te sientas harto, enojado, desmotivado,
recuerda este momento”.
Confiar en lo que es
capaz de llegar a ser
Las mujeres tenemos una especial capacidad para acompañar a
crecer, a aprender. Cuidamos la vida y el desarrollo, tenemos esperanza. Esta
es la que nos da la motivación para intentar una y otra vez hasta que mi bebé
por fin se tranquiliza cuando está llorando, la que nos da la paciencia para
llevarlo de la manita innumerables veces hasta que puede caminar, que una y
otra vez repetimos la rutina del orden y la limpieza hasta que los niños la
ejecutan por sí mismos.
Tenemos la confianza de que lo van a conseguir y por eso no
nos rendimos. Las mujeres entonces, acompañamos a nuestro esposo teniéndole fe.
No me refiero a que estemos esperando que haga lo que nosotras queremos, sino
lo que él es capaz de llegar a lograr.
La mujer acompaña acunando, recibiendo, acogiendo en el
hogar. A veces podemos llegar a confundir el amor hacia nuestra pareja como una
necesidad de protegerlos. Nada más distante a ello. Mi rol, por el
contrario, es poder ver el potencial de mi esposo todo lo que es capaz de
lograr y otorgarle mi voto de confianza.
Saber pedir
Ser mujer, culturalmente nos ha llevado a creer que es dar,
atender, estar al pendiente de los otros. También es importante que aprendamos
a pedir y no creer que mi pareja pueda adivinar lo que yo necesito. El príncipe
podría, el ser humano no. Es muy gratificante darme cuenta que a mi esposo le
gusta que le pida, pues se siente útil cuando me da, sólo precisa saber con
claridad lo que yo quiero que HAGA.
Expresar mis sentimientos.
Nuestros aprendizajes con frecuencia nos permiten ser mujeres
que sentimos. Tenemos por lo general mayor experiencia en este campo, en el
cual a mi pareja le prohibieron internarse. Yo puedo compartir a mi pareja lo
que conozco acerca de sentir y expresar. También hacerme dueña de mis emociones
y podérselas comunicar sin hacerlo responsable por ellas.
Amar sin depender
Mi pareja agradece mi independencia. Le gusta saber que soy
un ser aparte de él y tengo una vida propia. Eso le da la confianza de que
sabré tomar decisiones y tomar acciones para cuidar mi bienestar y, en dado
caso, también el suyo. Cuenta con una persona, no con un apéndice.
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